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Foto del escritorAdriana Bárbara

¿Qué ocurre en tu mente y cerebro durante un arrebato emocional? Domina el arte del auto control

¿Te ha pasado que tus emociones toman el control total de ti haciéndote reaccionar de manera impulsiva, y tiempo después, al reflexionar, te sientes arrepentido y piensas en que hubiera sido mejor responder de manera diferente? Seguramente sí. Todos hemos sido víctimas de esos arrebatos emocionales. La pregunta es: ¿Qué los origina? ¿Cómo podemos controlarlos? En este artículo lo descubrirás.


Para poder dominar el arte del auto control, debemos entender primero cómo se origina un arrebato emocional a nivel mental y cerebral.


Nuestra mente y cerebro funcionan como una unidad. La mente activa y dirige al cerebro según nuestro condicionamiento mental y emocional, guiándolo en la interpretación de los estímulos del entorno para que el cuerpo reaccione emocional y físicamente. Las partes del cerebro involucradas en este proceso son:


Amígdala: Juega un papel crucial en la regulación de las emociones. Está constantemente evaluando los estímulos externos e identificando posibles amenazas. Cuando identifica una amenaza, envía rápidamente señales al resto del cerebro para emitir una respuesta emocional. Durante una situación emocionalmente intensa, la amígdala se activa y desencadena una serie de respuestas fisiológicas y de comportamiento para ayudarnos a lidiar con la situación. Esto incluye la liberación de hormonas del estrés como el cortisol y la activación del sistema nervioso autónomo, lo que puede provocar respuestas de "luchar, huir o congelarse".


Hipocampo: Juega un papel fundamental en la formación, organización y almacenamiento de la memoria. Es clave en el condicionamiento emocional, donde colabora estrechamente con la amígdala. El hipocampo se encarga de formar memorias contextuales, es decir, de asociar eventos con los contextos en los que ocurrieron. Ayuda a poner en contexto las experiencias emocionales, vinculando las respuestas emocionales con lugares, tiempos y circunstancias específicas.


La amígdala y el hipocampo desempeñan un rol crucial en cómo reaccionamos a estímulos emocionales y cómo aprendemos a asociar ciertos estímulos con respuestas emocionales específicas, un proceso conocido como condicionamiento emocional.


Te pongo un ejemplo:


Imagina que un perro te atacó de niño generando un impacto emocional fuerte. El hipocampo almacenó la imagen y los sonidos del perro ladrando, atacándote, su olor, el parque donde te encontrabas, el calor del día soleado; así como las emociones que sentiste: terror, ira, etc. Tus reacciones fueron: correr, taparte el rostro, tirarte al suelo, gritar y llorar.


Esta experiencia se quedó grabada en tu condicionamiento emocional (en la mente y cerebro), de tal manera que al percibir algún estímulo del entorno que sea una amenaza para ti con un posible ataque de un perro, tu mente, cerebro y cuerpo reaccionarán de manera similar, aun y cuando esto esté lejos de suceder realmente.


Así que, si de repente ves a un perro (o percibes algo relacionado con aquella experiencia), tu mente activa al cerebro: a la amígdala para detectar la posible amenaza, y al hipocampo, trayendo la memoria emocional, lo que manda al cuerpo a reaccionar sintiendo las mismas emociones de terror y haciéndote correr, tirarte al suelo o gritar.


Si efectivamente el perro te iba a atacar, tu reacción fue la adecuada. Sin embargo, lo que sucede normalmente es que la amígdala toma sólo una fracción de la información del estímulo externo que percibe como amenaza, la relaciona con la ayuda del hipocampo y nos hace reaccionar instantáneamente.


En este ejemplo, quizá escuchaste un ladrido de un perro que estaba encerrado, y tu amígdala, al percibir “la amenaza”, te hizo gritar, llorar y echarte a correr. Al final, estabas seguro, no era una amenaza real, pero tu amígdala lo interpretó así. Esto mismo sucede con otros tipos de estímulos que la amígdala puede interpretar como amenazas y que realmente no lo son: una expresión facial de tu jefe, un mensaje de WhatsApp que no te responden, un comentario de tu pareja… y la lista sigue.


Te preguntarás entonces, ¿estamos destinados a reaccionar de acuerdo con nuestro condicionamiento emocional sin control aun ante amenazas percibidas no reales? La respuesta es NO. Hay otra parte del cerebro que entra en acción y nos ayuda a evitarlo, que es la:


Corteza Prefrontal: Regula las emociones y el control de los impulsos ya que ayuda a evaluar la validez de una amenaza percibida y modula la respuesta emocional generada por la amígdala. Puede disminuir la intensidad de la respuesta emocional mediante el razonamiento. Toma decisiones racionales y planifica las acciones, especialmente en situaciones emocionales, y ayuda a inhibir respuestas emocionales automáticas que pueden ser inapropiadas en ciertos contextos.


Podemos decir que la amígdala y el hipocampo son activadas por nuestra mente emocional y la corteza prefrontal es activada por nuestra mente pensante.


En el ejemplo anterior, la corteza prefrontal nos hace ver que el perro está encerrado y que estamos seguros, evitando reaccionar impulsivamente.


Entonces, ¿por qué, si existe la corteza prefrontal que nos ayuda a responder de manera más racional, seguimos experimentando arrebatos emocionales impulsivamente?


Razón 1: Por el tiempo de respuesta. La amígdala es la más rápida en reaccionar (10 a 20 milisegundos), seguida por el hipocampo (100 a 300 milisegundos). La corteza prefrontal es la más lenta, tardando en intervenir entre 300 a 500 milisegundos . Es por eso que, pasado un poco de tiempo y con la “cabeza más fría”, evaluamos la situación de una manera objetiva, tomamos mejores decisiones y podemos responder de una manera más sabia.


Razón 2: Por nuestro condicionamiento emocional. La interpretación de los estímulos depende de nuestros recuerdos y cómo pensamos y sentimos sobre ellos. Si pensamos que los perros son un peligro y sentimos miedo sobre ellos, cada vez que veamos un perro, nuestra mente y cerebro lo interpretarán como un peligro.


Entonces, ¿cuál es la clave para ser más inteligentes emocionalmente y responder al entorno de una mejor manera?


Aquí una técnica a aplicar al recibir un estímulo emocional e identificar el surgimiento de emociones fuertes:


  1. No tomar acción inmediata.

  2. Aplicar técnicas de respiración: ejemplo, inhalar 3 segundos y exhalar 7 segundos.

  3. Darte un espacio y apartarte unos minutos.

  4. Cuestionar el estímulo: pregúntate, ¿realmente esto es una amenaza? ¿Cómo es que lo estoy interpretando?

  5. Ver la situación de manera objetiva: quita toda asociación emocional de experiencias previas.

  6. Reconceptualizar: ver la situación desde otro punto de vista y evaluar desde una posición positiva para responder mejor.


Te invito a practicarlo; de esta manera entrenarás a tu mente y a tu cerebro para que respondas en lugar de reaccionar, y elevarás así tu inteligencia emocional.


En mi proceso de Coaching en Neurociencia, ayudo a mis clientes a descubrir su condicionamiento mental y emocional, entenderlo y reconceptualizarlo para transformarlo de raíz, cambiar la manera en la que interpretan el entorno y modular y mejorar sus reacciones hacia una dirección positiva.


Si estás interesado en explorar cómo la neurociencia puede transformar tu vida personal o profesional, te invito a conocer más sobre mi programa en https://www.adrianabarbara.com/programa-neurocienca-en-liderazgo. Juntos, podemos descubrir cómo aprovechar al máximo el poder de tu mente para alcanzar tus metas.


No te pierdas mi próximo artículo, donde seguiremos explorando sobre la mente y cómo usarla de manera efectiva para obtener mejores resultados.

 

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2 comentarios


Invitado
30 jul

Gracias. Muy interesante

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Adriana Bárbara
Adriana Bárbara
29 ago
Contestando a

A ti! Me da gusto haya sido de utilidad para ti, saludos!

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